portagSegún la publicación "En Bélgica, los profesionales quieren recuperar su KOM"
Ciclistas profesionales belgas se lanzaron a la caza de los KOM de Strava, propiedad de aficionados, en las colinas del Tour de Flandes. Una disputa digital con aires de lucha de egos, pero también una lección sobre los excesos de la comparación constante. En un mundo donde incluso los GPS mienten, la línea entre el orgullo y la ilusión se difumina... ¡Te lo explicamos!
Por Jeff Tatard – Fotos: DR
Los dioses del asfalto han descendido de su Olimpo.… En Bélgica, varios corredores profesionales han decidido emprender una cruzada digital para recuperar sus tronos perdidos: estos famosos KOM (Rey de la montaña) robados por simples mortales, entusiastas, a veces simplemente tipos inspirados en un día favorable… o ayudados por algunos trucos tecnológicos.
Y ahora los profesionales, con el orgullo herido, se organizan para recuperar lo que les pertenece. Es gracioso, conmovedor... y un poco triste.
Cuando la élite empieza a perseguir fantasmas
En un mundo donde todo ya está medido, donde el rendimiento se disuelve en vatios y porcentajestages Strava Se ha convertido en el espejo más crudo de nuestro tiempo. :un templo de comparación, una red social para deportistas en busca de validación.
Es comprensible que un aficionado busque sobrevivir a través de un KOM. Pero cuando los ciclistas profesionales —aquellos que se ganan la vida con el ciclismo, que ya tienen los trofeos, los contratos, los... reconnacimiento – si se busca un récord virtual en el Koppenberg o en el Paterberg, uno se puede preguntar legítimamente: ¿qué buscan todavía?

¿Es esto realmente lo divertido del juego? ¿O es el miedo a ver cómo su estatus se tambalea ante los demás? Porque en Strava, todos están desnudos: sin camiseta del equipo, sin podio, solo un track GPS y una clasificación. Y quizá ese sea el verdadero dolor: ser superado por un desconocido con un apodo irónico y un pulsómetro.
El espejo distorsionador del ego
El ego, esta fuerza impulsora y destructiva al mismo tiempo, se invita a sí mismo a cada pedalada.Creemos que corremos para nosotros mismos, pero siempre corremos un poco contra los demás. Los KOM son la moneda de cambio de nuestro tiempo: pequeños tótems digitales que reafirman nuestro ego, que demuestran nuestra existencia. Y algunos, incluso entre los profesionales, caen en la trampa. Porque los humanos siguen siendo humanos, sea cual sea el color de la camiseta. Quieren ser vistos, reconDesnudo, admirado. Y cuando la gloria se desvanece, siempre está la comodidad de un segmento de Strava donde uno aún puede "dominar".

Hacer trampa, la otra cara del mito
Pero seamos honestos: Si algunos profesionales quieren recuperar sus KOM, también puede ser porque se los robaron.. El viento, errores de GPS, descensos un poco cortos… o peor, herramientas capaces de realizar trazos perfectosAhora existen aplicaciones como FakeMy.Run, que permiten crear salidas falsas, KOMs en la sala de estar y exploits en el sofá. Así que el engaño no sólo viene de arriba, sino también de abajo..
Y en este juego de sombras, todos terminan dudando: ¿quién merecía realmente su récord? ¿Quién realmente trepó ese muro de adoquines a 500 vatios? La línea entre el rendimiento y la ilusión se difumina, y la competencia se convierte en un teatro de egos donde la verdad ya no siempre tiene la última palabra.

El honor de perder
Entonces, en última instancia, ¿deberíamos culpar a estos profesionales que quieren recuperar sus KOM? Quizás no. Pero podemos recordarles algo simple: La nobleza del deporte también es aceptar ser derrotado —incluso virtualmente. Que un aficionado suba una montaña flamenca más rápido que un profesional en una carrera de entrenamiento es algo maravilloso. Es una señal de que la pasión a veces trasciende la jerarquía. El ciclismo nunca ha sido sólo una cuestión de númerosEs ante todo una cuestión de respiración, fuerza de voluntad y ego, que deben ser controlados tanto como el propio cardio.
Los KOM pasan, las emociones permanecenY tal vez un día los profesionales comprenderán que la verdadera cumbre no está en Strava, sino en la paz que se encuentra después de la meta.
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